Retomando las reacciones emocionales, pasaremos a la fase
diagnóstica, este proceso resulta muy difícil para los padres y para el niño,
es cuando más orientación y apoyo necesitan.
Aunque los niños están
conscientes de la enfermos e incluso perciben la gravedad de la misma, por lo
general no se les informa sobre el diagnóstico como tal. Evidentemente esto
depende de la madurez así como de la actitud de los padres.
Los niños hasta los 5 años se
preocupan más por la separación de sus padres, el abandona y la soledad, en
especial entre los 4 y los 5 años le temen al daño físico. Entre los 6 y los 9
comprender mejor la gravedad al relacionar los síntomas, tratamientos y
consecuencias, pueden llegar a culparse de su enfermedad, sentir ansiedad, ira
o tristeza y desarrollar conductas regresivas.
Los preadolescentes y
adolescentes entienden perfectamente el diagnóstico y tratamiento, su mayor
impacto es en cuanto a la separación y por la amenaza a su integridad física,
su independencia, apariencia e imagen corporal, aceptación por sus compañeros,
la sexualidad y los planes futuros. Si
no reciben el apoyo adecuado esto puede afectar su autoestima.
En esta fase son muy perceptivos
y se mantienen al pendiente del control emocional y las señas de esperanza de
quienes los rodean, su fortaleza para aceptar los cambios está en su familia y
en los voluntarios. En especial necesitan ser tratados con normalidad, seguir
siendo ellos mismos.
Sitio: AECC
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