Ahí radica la importancia del
voluntariado y los frutos de esta labor. Ante estas emociones que experimentan
los niños, el hecho de que alguien vaya a jugar con ellos, conviva, platique o
los haga reír impacta de diversas maneras.
El fin es apoyar anímicamente a
los pacientes y a sus familias, que puedan mejorar su calidad de vida a través
de la convivencia. El objetivo de todo voluntario debe ser inyectar vida y
crear lazos de empatía, amistad, confianza y amor.
Esta convivencia contrarresta el
miedo, la soledad o el enojo, cambia el entorno, los hace más positivos y los
dirige hacia una curación ya que el cáncer, así como la diabetes y otras
enfermedades, está condicionado por las emociones. Así pues, estar más
accesible en su tratamiento ayuda a que evolucionen más rápido en su terapia.
No cabe duda que mientras para
algunos podría tomarse como una simple visita, para estos campeones de la vida
implica la alegría que los impulsa a curarse y seguir luchando, así como por
mostrar siempre una sonrisa y mirar la vida positivamente aún ante la
adversidad.
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